"Cuando uno tiene una carrera en pista, no se puede andar haciendo el amor. Muy diferente era en el Turismo de Carretera, donde la cosa era menos complicada", contaba Fangio, cerca de los 80 años, cuando algún periodista le preguntaba sobre los asuntos del amor.
En su mejor época, las publicaciones del mundo automovilístico intentaron vincularlo con mujeres hermosas. Una de ellas, Gina Lollobrigida. Pero Fangio no era un deportista de vida disipada.
Durante años fue saludado al final de las carreras por una mujer de aspecto digno y venerable que muchos suponían que era su esposa. Pero no lo era. Era Beba, la madre de su único hijo.
Sin embargo, Fangio nunca formó una familia.
"Para qué voy a contarlo. Hubo una chica, sí... Pero uno comete errores en la vida. Aquello fue un mal entendido, una estupidez", solía decir el piloto.
El nombre de aquella "estupidez" es
Andrea Barruet, la chica de Balcarce que fue el gran amor de su vida.
Se enamoraron siendo muy jóvenes y de ese amor nació
Oscar Cacho Fangio, en 1938. Con los primeros triunfos en el Turismo de Carretera, Beba dejó a Cacho en Mar del Plata al cuidado de una hermana, y se mudó con el "Chueco" a una pensión de la Avenida de Mayo, donde se encontraban entre carrera y carrera.
Con los primeros dineros lograron comprase un departamento en Talcahuano 154, que Fangio conservó hasta el día de su muerte.
El piloto y Beba veían a su hijo cada verano, cuando se instalaban en el hotel Benedeti de Mar del Plata para pasar las vacaciones con él.
Andrea lo acompañó durante toda la época de gloria en Europa. Pero en 1958, cuando Fangio se retiró de las pistas, la relación comenzó a deteriorarse. En 1960 se separaron para siempre. Habían estado juntos más de veinte años.
El quíntuple campeón siempre decía:
"Me quedó pendiente el haberme casado y formado una familia. En una época conocí a una mujer que me quería y yo también a ella". Pero nunca más quiso nombrarla.
Cacho se hizo corredor de Fórmula 3 y Fangio, que llevaba años sin verlo y nunca quiso vincularse con la carrera de su hijo, aceptó en 1966 posar para una revista deportiva junto con él.
Desde entonces, no volvió a verlo hasta poco tiempo antes d morir. Cierto día, su hijo se presentó en la casa de su padre, en Palermo, después de dos décadas sin verlo. Fue el último encuentro. Hablaron durante un par de horas encerrados en un cuarto y se despidieron.
Nunca nadie supo lo que se dijeron. Pero no volvieron a verse.