La gloria frente al Mediterráneo Después de la experiencia de la Costanera, Juan Manuel Fangio retorna a Europa. El primer compromiso del año es en Pau (Francia). La prueba, a pesar del pobre resultado -abandono-, tiene un significado especial para el argentino. Es que usa por última vez la Maserati 4CLT/48. Un coche al que recordaría siempre, porque Fangio es un hombre agradecido y "la Maserati" le había proporcionado inolvidables éxitos. Primero en la Argentina; más tarde, en Europa. Sobreviene una prueba en Silverstone (Inglaterra), donde se corre el Trofeo Internacional sin puntos. Alfa Romeo aprovecha para presentar su equipo: con el argentino formarán José Farina y Consalvo Sanesi. Fangio gana la primera serie y Farina, la segunda. No habrá final, porque un diluvio se descarga sobre el lugar y todo se interrumpirá definitivamente. El balcarceño no descansa; utiliza una Ferrari de los hermanos Marzotto -prestigiosos empresarios italianos- para correr en Monza, pero abandona a las pocas vueltas. Acude al circuito de Bois de Boulogne, en Paris (Francia), con una Gordini del equipo oficial y nuevamente tiene que dejar el campo libre antes de tiempo. Pero todo esto lo capitaliza... Comienza el campeonato El campeonato mundial comienza en Suiza, con el Gran Premio de Berna. La cuarta Alfeta, como lo dispone la política de Alfa Romeo, es confiada a Emanuel De Graffenried. Como Fangio gana la clasificación, larga pegado a la cuerda y marcha primero bajo una intensa lluvia hasta que después de una hora ingresa en los boxes para cargar nafta. Cuando vuelve a la pista, está a 5 segundos de Farina, al que deja atrás en unas vueltas. Fangio gana seguido de Tarufi -que reemplazó a Sanesi-; las Alfeta 159 ocupan cuatro lugares en las cinco primeras posiciones. Ganar allí significaba para él derrotar a la superstición, pues el sábado por la noche, reconociendo el circuito, había matado un gato negro. Pero la victoria no lo conformaba porque crecía la respuesta técnica de Ferrari, cuyos coches ya no quedaban detrás de la 159. El camino es en Le Mans El 24 de junio corrió en Le Mans (Francia) con el equipo Talbot, haciendo pareja con Rosier, que empezó la carrera. El francés le entregó tercero el coche, a seis minutos y medio del primero; el Jaguar compartido por Whitehead y Walker. Fangio se adelantó de noche, bajo la lluvia, al segundo lugar y quedó a sólo un minuto y medio del primero. "Pudimos haber ganado -citaba Fangio-, pero se rompió el tanque de aceite que estaba en el torpedo y el líquido chorreaba muy caliente sobre las piernas. Para mí que se fisuró por la vibración. Rosier me reemplazó, pero abandonó enseguida." El argentino repitió el triunfo en Reims (Francia), después de volver a ganar la clasificación. Una dura batalla con Alberto Ascari, hasta que empieza a fallar la bomba de nafta. Se detiene para recibir el coche de Luis Fagioli y entonces Ascari entra en boxes por una falla. Fangio gana y Ascari -que había ocupado el lugar de González- termina segundo. La paliza de "Pepe" Fangio viaja a Inglaterra; correrá en Silverstone. El jueves recorría el circuito junto con González y le anticipaba: "El sábado, ustedes nos van a dar una paliza". Y así fue. el arrecifeño ganó la clasificación. La carrera después fue una dura puja entre los dos argentinos, que se superan varias veces. Fangio iba adelante cuando se detuvo a cargar nafta. Los mecánicos llenaron el depósito y el coche salió pesado. Aquella prueba resultó histórica. Ganó González y fue la primera victoria de Ferrari por el campeonato del mundo. La primera carrera oficial perdida por Alfa Romeo después de 27 grandes Premios. Por primera vez un motor sin compresor alcanzaba la victoria... La serie de Ferrari continuó en Nurburgring. Fangio marchaba en el primer lugar hasta la vuelta 14. Le llevaba nada menos que dos minutos a Ascari cuando el embrague de la Alfeta dejó de funcionar en forma eficiente. Entonces, sigue su avance maniobrando la 3ra. y la 4ta. marcha. Trabajando la caja de oído y así termina segundo de Ascari. Ferrari ubica tres hombres en la zona de puntos: González, Villoresi y Tarufi. Una angustia y otra más La carrera de Bari (Italia) es un ensayo para Monza. El circuito favorecía a las. Ferrari; la recta paralela a la costa era muy larga. En su remate permitía alcanzar mucha velocidad. Fangio marchaba nuevamente adelante, acosado por Ascari. En lo derecho -contaba el balcarceño- se me venía encima, pero yo no dejaba la cuerda. Si quería pasarme, tenía que agarrar por fuera. El frenaje era mortífero porque había que quitar mucha velocidad de golpe para doblar a 90 grados." Los frenos de la Alfeta habían sido mejorados. Fangio podía frenar hasta un punto; más allá, no. Fue estirando su frenada y Ascari se entusiasmó detrás hasta que el argentino estiró mas que nunca su frenada. Dobló apenas. Ascari no pudo hacerlo, excedido, y se despistó. Fangio se adelantó, se rompió la caja y quedó como soldada la 4ta. velocidad. Ganó igual, pero el éxito no lo convenció. El gran desafío llegará en Monza, donde Alfa Romeo aparece con cuatro coches repasados a cero y motores potenciados. El argentino es primero en la clasificación; corre en compañía de Farina, Felice Bonetto y De Graffenried. Es un fiasco; abandonan todos menos Bonetto, que le da su máquina a Farina, que la "hereda" por haber sido el primero en abandonar y termina tercero, detrás de las Ferrari de Ascari y González. Después de esto, "por sospechas" - una actitud odiosa según Fangio - fueron despedidas algunas personas de Alfa Romeo. "En mi coche -recordaba el argentino- estaba mal el filtro de nafta, pero el abandono fue por rotura de una válvula. En el de Bonetto, el tanque de nafta estaba rajado. ¿Sabotaje? No creo." Había que esperar 40 días para correr en Barcelona (España). Allí llegarían Fangio con 27 puntos, Ascari con 25 y González con 21. El auto disfrazado "Para Barcelona, me camuflaron el auto. Una forma de decir. Pusieron dos tanques laterales internos para hacer toda la carrera sin parar. Ese es lo que habían hecho creer en fábrica", recordaba Fangio. En realidad, en Alfa Romeo no le aclararon el tema al argentino por temor a que, hablando con González, se le escapara algún dato. "A punto de largar -recordaba Fangio- se me acerca el ingeniero Colombo que me dijo: 'Fangio, bisogna tirare'. Ahí es cuando me doy cuenta de que yo tenía que escaparme. ganar tiempo para poder parar." Colombo había trabajado en los coches de Farina y Fangio. La entrada de aire para los pies no era tal cosa, sino que servía para mandar aire directamente al compresor. Le dijeron a Fangio que no la abriera hasta que no se disipara la tierra del circuito. Por lo menos tenía que tenerla tapada durante diez vueltas. "Salí para hacer la punta -decía Fangio-; Ascari se puso adelante, pero yo no me despegaba. La maniobra presiona al puntero de dos formas: por un lado, le indica que lo suyo no es tan efectivo y, además, que está controlado". "Por ahí me dejó un hueco y me metí. La carrera se resolvió en cinco vueltas porque ni bien estuve delante, abrí la toma de aire para el compresor y pareció que a mi coche lo hubieran empujado de pronto. Encima, en Ferrari pensaban que yo no iba a parar. Para escaparse de mi coche, habían puesto rodado chico, creo de 16 pulgadas, para tirar más vueltas. Con esas ruedas chicas y tanta potencia, las Ferraris empezaron a patinar. Desbandaron". "Nosotros teníamos atrás un rodado alto. Creo que 700x18. Cuando paré a cargar, sorprendiéndolos, creo que ni siquiera cambié cubiertas. Por eso fui campeón." Esa noche Fangio tuvo un intenso dolor de cabeza. Un problema que arrastraba desde la maldita madrugada de Chicama (Perú) sin saberlo. Le había echado la culpa al viento que en Barcelona le daba de frente, por lo que tenía que hacer mucha fuerza para mantener la cabeza derecha en la recta larga, en la que viajaba a 300 km/h. Así durante tres horas... El festejo Fangio se reunió con sus amigos en un restaurante del puerto, el Siete Puertas. Al día siguiente acudió a una corrida de toros. Después pasó a Italia. Había apostado con Ascari que el que ganaba pagaba la fiesta. Y el que perdía elegía el lugar y los invitados. Ascari eligió el restaurante Savini, de Milán -el lujo en la galería del Duomo-, e invitó a cincuenta personas. "Entre los argentinos estaban Marimón y González. Y todos los corredores. Me salió como 30000 pesos, pero los pagué con gusto y ganas. Hasta llevé unos cantantes españoles. Ahí me entregó Villoresi un plato de plata con una dedicatoria: 'Un pequeño recuerdo para un gran campeón'." La reunión fue un poco más ruidosa que la que Fangio solía hacer al terminar cada temporada en el restaurante Il Cavaliere, vecino a la estación terminal del ferrocarril. La última pregunta Muchos años después, el periodista que repasaba aquel inolvidable día de Pedralbes hurgó en la memoria de Fangio, procurando dar con la primera impresión que tuvo mientras con su roja Alfeta rodaba despaciosamente en la vuelta de honor por el circuito catalán, agradeciéndole a la multitud el aplauso que rodeó la despedida y su conquista. "Me iba preguntando: '¿Y ahora, qué?' Es que todo había sido como un relámpago. Yo llevaba algunos años buscando un título en Europa. Cuando lo conseguí, de pronto no me sentí preparado para manejarlo. Por eso pienso que me pasó lo que me pasaría en Monza, en 1952. '¿Y ahora, qué? ¿Qué más quedaba por hacer?'." No podía imaginar Juan Manuel Fangio que agregaría otras cuatro coronas del mundo a su excepcional trayectoria. Lo que nadie, nunca. Publicado en Historia Deportiva del Automovilismo Argentino, Nro. 34, editada por La Nación |