Fangio, la vigencia de un museo renovado
Por Alfredo Parga

  Un prodigioso mundo de tuercas y caucho en reposo. Como indiferente a la gloria que las congrega en una exposición cuidadosamente elaborada por expertos museólogos alemanes, que, por medio de una combinación singular, se han propuesto prolongar la memoria de Juan Manuel Fangio hasta el infinito.
  Lo del acuerdo que vincula la empresa automotriz con un apacible paisano de Balcarce no es común. Reza así: "Fangio es Mercedes Benz y Mercedes Benz es Fangio, en el mundo".
  El principal responsable de la formidable transformación del museo conocido fue el señor Max Gerrit von Pein -director del Museo de Stuttgart- y creer que allí el visitante se encontrará con la Meca de la velocidad puede ser equivocado; es que se trata de algo mucho más importante. Es entrar a la renovada casa grande de Juan Manuel. Una casa que el hombre más veces campeón del mundo construyó paradójicamente en el mayor silencio, en medio de un mundo fragoroso de miles de revoluciones de motor, quejidos de cubiertas exigidas y chasis crujientes en un vértigo a veces como alucinado.

La nueva etapa

  Visitar el museo, cuyas nuevas horas fueron inauguradas el 22 de noviembre último, es una oferta tentadora. Todo lo que allí se expone pasó por sus manos. El laborioso artesano de Balcarce -orgullo de paisano- se había diplomado desde su niñez, o poco menos, en la universidad del barro que por los años veinte, rodeaba las apacibles alturas de su pago no bien llovía. Casi con la cautela del miedo, porque el progreso se tomaba su tiempo para hacer camino. Y cuando la costumbre que era sana disponía las cosas pacientemente.
  La propuesta vale. Desde cualquier parte del país se sabe que desembocar en Balcarce es ir a ver a Fangio. La simbiosis es tan perfecta que parece desplegada por la trama de un precioso cuento escrito durante 84 años con la paciencia de un elegido. Con el fuego inspirado. Con el amor de un ser iluminado.
  En cualquier parte del mundo, Fangio es el norte del automovilismo. Fangio es una guía ineludible para repasar una trayectoria deportiva única; por la exactitud de su estructura, por la enjundia de su trabajo y el bendito cálculo de su maniobra. todo esto y mucho más le permitía a este hombre soldarse con la máquina de carrera convirtiéndose en su prolongación. Y cuando Fangio, desde 1958, se despojaba de su casco para ser un ciudadano más de la comunidad, incrementaba el valor de su trascendencia con una inquietud permanente, con un sueño renovado, con el ejemplo del valor perpetuo.

Una trayectoria ideal

  La propuesta para repasar una fantástica trayectoria. es un desfile maravilloso que, en ocho niveles de exposición, se ocupa del campeón y de su entrega a la competición para llegar a ser su referente mayor, pasando por la poética alquimia que trasciende de formidable reproducción de su viejo taller, la epopeya sudamericana que exigía el costoso peaje de la muerte, hasta llegar a la cumbre sentado en la legendaria Flecha de Plata, anticipada técnica y aerodinámicamente a su tiempo. Como elegida. Con el testimonio constante de sus adversarios, que concluían por ser sus amigos en todas partes.
  La propuesta es útil. Reactivará su memoria; le permitirá averiguar que todo lo que usted soñó existe. Y desde el nacimiento del automóvil hasta lo que en cualquier sitio trató deportivamente de deshacer el reloj estará a su alcance. El Alfa que derrotaba en la lluvia a los europeos; la Maserati de la épica batalla de Nurburgring, las frágiles Gordini vestidas de azul; los robustos TC...
  Hasta el próximo invierno, el museo permanecerá abierto todos los días, de 10 a 19. El precio de la entrada es de 7 pesos; los menores hasta 12 años pagan 3 y la clase pasiva, exhibiendo su carnet, recrearán los mejores días por 2 pesos solamente.
  Con la libertad absoluta para fotografiarlo todo. Para adquirir en la boutique autos en escala, videos, estatuillas, ropa, calcomanías o libros, a precios muy accesibles. Hasta para canjear reflexiones con otros visitantes en el café Flecha de Plata, donde la nostalgia tiene una mesa reservada para compartirla con Fangio y usted. Vaya.


Publicado en La Nación, el 24 de diciembre de 1998.