Se trata de un convenio especial. Como la mejor historia, tiene un titulo: "Fangio es Mercedes Benz y Mercedes Benz es Fangio en el mundo". Una conjunción insólita, única; la que vincula a una de las más poderosas empresas del mundo automotor con el más grande piloto de todos los tiempos. Mercedes, en un rejuvenecimiento permanente - ahora es la flamante Daimler Chrysler AG, la flor más fresca del universo industrial-, y Fangio, cuya memoria se mantiene intacta. Como si aquel silencio denso que se produjo cuando "el paisano de Balcarce" acordaba con Dios ir a manejar su auto en el cielo a partir del 17 de julio de 1995, se hubiera transformado en la marcha rítmica de un motor que funciona sacudiendo permanentemente la memoria. Asegurándole el al recuerdo la vida eterna. Confirmando la sentencia que me acercara aquel hombre de muchos años, en Granada. "¿Que Federico está muerto? Nada de eso. Los que están muertos son los que pretendieron darle muerte. En tanto y en cuanto se siga diciendo uno sólo de sus versos, Federico seguirá vivo". Aquí está el Museo nuevo. Fangio sigue vivo.
La Fundación Museo del Automovilismo Juan M. Fangio y Mercedes realizarán actos en memoria de Juan Manuel. La construcción de su monumento en cada circuito de la Fórmula 1; a la donación de una Flecha de Plata W196 y a otras cuatro unidades de la marca para exposición permanente en Balcarce. Y muchas cosas más, en mutuo beneficio. Un contrato de cinco años, con posibilidades de renovarlo. El primer ejercicio concluyó con la muestra expuesta desde el domingo; a lo largo de ocho niveles de exposición, el espectador avanza desde la historia de Fangio hasta la Flecha de Plata; sigue por la pasión del TC, el viejo taller y una epopeya sudamericana, que señala algunos episodios de un viaje de respeto y asombro. Esta obra, que transformó el Museo en un Museo nuevo, fue posible con el aporte del conocimiento de Max Gerrit von Pein -ex director del Museo de Stuttgart-, del profesor arquitecto Hans Merz, de Wolfgang Rolli, la museóloga Ursula Wehinger, de Sasha Lobe -diseño-, y dos alumnas destacadas de Stuttgart. Y con ellos, la voluntad, el amor y el respeto de los hombres de la Fundación que acumulan veneración por Juan Manuel. Ahora se entra en el Museo por "el camino de la gloria"; Juan Manuel lo saludará desde la derecha, erguido en el asiento de su Flecha de 1954 para que se descubra -una vez más- la gloria acumulada. Lo deslumbrará el método seguido para exponerlo todo; la delicadeza con la que se encadena un momento con otro. Y el desfile será mas apasionante que nunca; es que ahora el nuevo Museo le muestra lo que tenía antes y que probablemente no lucía. Prefiero que lo descubra por sí mismo. Que lo redescubra. Uno de los periodistas que se movía bien temprano por "el camino de la gloria" me preguntó qué otra cosa más podía faltar en el nuevo Museo. La respuesta se me escapó de la boca, sin permiso, pero cierta: "Únicamente restaría que por esa puerta por la que usted y yo entramos apareciera Juan Manuel. Me guiñara un ojo, como hacía cuando sentía satisfecho de sus cosas, y me preguntara: ¿Y? ¿Qué te parece, hermanito?". Yo le respondería con mi silencio de siempre; que es otro asombro, eternamente renovado... Publicado en La Nación, el jueves 26 de noviembre de 1998. |