Ellos, por supuesto, también querían ganar. Pero no estaban dispuestos a pagar cualquier precio para lograrlo. Adversarios en la pista, amigos fuera de ella. Así eran Juan Manuel Fangio y Stirling Moss, Jim Clark y Graham Hill, y Jochen Rindt y Jackie Stewart, tres rivalidades inolvidables. Amigos enfrentados en la pista, caballeros luchando codo a codo, rivales encarnizados pero que se respetaban, o rivales enemistados que se han puesto zancadillas dentro y fuera del circuito. De la época de oro de los cincuenta-sesenta, hasta la era de la televisión y el marketing donde parece valer el autazo para lograr un resultado. Así se han desarrollado los grandes duelos de la Fórmula 1 en estos 50 años. Claro que, en esta primera parte, el recorrido se quedará en la parte del romanticismo, en la que el espíritu deportivo todavía era un elemento fundamental a la hora de pensar en los límites que se ponían los pilotos en carrera. Eran otros tiempos... Nurburgring, Alemania, 1955. Con 44 años, Juan Manuel Fangio ya había logrado dos campeonatos del mundo; Stirling Moss, 19 años más joven que el argentino, se aprestaba a disputar su primera temporada con un monoplaza oficial, el Mercedes W196. El juvenil y aguerrido piloto británico establecería, desde los primeros entrenamientos bajo las órdenes del inefable Alfred Neubauer -un verdadero maestro para los jefes de equipo de entonces-, tiempos comparables a los de Fangio., el campeón consagrado, el piloto teóricamente favorito de la casa alemana, can la que había sido campeón en 1954. Los tiempos de Moss "despertaron" al Fangio más competitivo y nació entre ellos una rivalidad acendrada, pero totalmente deportiva, que se extendería hasta el retiro de Fangio en 1958. Ya sea con Mercedes o posteriormente con Maserati, Moss fue considerado en su momento el único capaz de derrotar cabalmente a Fangio. En esa época lo importante también era ganar, igual que ahora, pero a diferencia de los tiempos que corren, en 1955 el respeto y la consideración por los rivales jugaban un papel muy importante. Y estas dos máximas marcaron la lucha que existió entre Fangio y Moss. El primer y breve contacto entre ambos fue en 1951; Fangio corría con Alfa Romeo el Gran Premio de Bari teniendo como compañero a Giuseppe Farina y Moss se presentaba en la carrera con un HWM de F2 mucho menos potente. Farina se adelantó a Moss con prepotencia al sacarle una vuelta y casi se sale de pista. Moss se recuperó y lo pasó al italiano. Farina, más calmado, lo volvió a pasar y un segundo después, sin problemas, Fangio pasaba a Moss y le hacía un saludo, sonriente, divertido, por la forma en que Moss había conseguido desequilibrar a su compañero de equipo, Moss confesaría años más tarde que ese gesto de Fangio despertó su simpatía por él. Moss quiso entrar en el equipo Mercedes en 1954 pero Alfred Neubauer le dijo: "Te falta experiencia, hablemos el próximo año". Así fue que recién en 1955, Moss se convertía en compañero de Fangio. Los únicos rivales de cuidado para las Flecha de Plata en 1955 eran los Lancia D50, en especial con Alberto Ascari al volante, pero, tras la trágica muerte de éste en Monza, la lucha quedó reducida a Fangio y Moss. En Velocidad pura Fangio acabó superando, por muy poco, a Moss: Fangio estuvo adelante en cuatro de las cinco pruebas de clasificación y con diferencia de una a dos décimas que para aquel entonces eran "nada". En julio de 1955, después de cuatro carreras, de las que Fangio había ganado tres, la Fórmula 1 llegaba a Inglaterra, donde Moss, a pesar de no haber conseguido ningún triunfo, ya se había convertido en el héroe nacional. Este Gran Premio corrido en Aintree era especialmente significativo para los alemanes, ya que un triunfo de Moss ayudaría a hacer olvidar el resentimiento que el pueblo inglés sentía puesto que sólo habían pasado diez años del final de la Segunda Guerra Mundial. Tras una lucha en la que Fangio parecía jugar con su joven compañero, Moss logró la victoria por escasos metros, la primera de su carrera. Muchos piensan que Fangio lo dejó ganar; pero, si así fue, lo hizo con tal sutileza y estilo que nadie está seguro de lo que ocurrió. Moss se tomó una especie de revancha en el Gran Premio de Mónaco de 1956. Aunque Fangio había hecho la pole con su Lancia-Ferrari, Moss, con el Maserati, tomó la punta de la carrera y cuando Fangio se disponía a atacarlo hizo un trompo. Moss ganó fácilmente. Fangio acabó segundo compartiendo el coche de Collins. Ni Moss ni Fangio ganaron el Gran Premio de Bélgica de ese año (que fue para Peter Collins), pero el argentino, bajo la lluvia, ascendió desde la quinta posición para quitarle a Moss el liderazgo antes de abandonar por problemas en la transmisión. Si bien Fangio ganó en Inglaterra cuando Moss tuvo problemas, el inglés lo derrotó en los entrenamientos consiguiendo la pole. El duelo continuó en el Gran Premio de Italia corrido en parte bajo la lluvia. Triunfó Moss pero Fangio tuvo problemas y recibió el coche de Peter Collins, cedido por el inglés en un gesto deportivo inolvidable. Fangio acabó acercándose mucho a Moss pero acabó segundo a 5.6 segundos y con ello conseguía su cuarto título mundial. En 1957 Moss pasó a Vanwall pero corrió con Maserati la primera carrera de ese año: el Gran Premio de la República Argentina. Nuevamente los dos adversarios con el mismo o muy similar coche: Moss consiguió la pole pero no hubo batalla porque el acelerador se averió en la largada. Ganó Fangio, quien consiguió la pole para Mónaco, donde también triunfó, después de que Moss y Collins se salieran cuando iban en punta. El último duelo directo entre ambos se produjo en el Gran Premio de Pescara, el 18 de agosto. Allí, en el circuito italiano, la superior aerodinámica del coche inglés respecto del Maserati 250F fue determinante y aunque había conseguido la pole, Fangio nada pudo hacer en la carrera que quedó para Moss y su Vanwall. El Gran Premio de la República Argentina de 1958 fue la primera victoria para un coche con motor en popa: el Cooper de Stirling Moss. Fangio iba en punta con su Maserati y el Cooper lo pasó sin atenuantes. El joven británico tenía la máquina del futuro. Fangio quedaba desconcertado: los tiempos cambiaban. Su última carrera fue en el Gran Premio de Francia, en Reims, donde terminó cuarto y, al retirarse, alguien le preguntó al quíntuple quién sería su sucesor. Pero eso, claro, era demasiado evidente... Publicado en El Gráfico, Nro. 4181, 23 de Noviembre de 1999. |