CALENDARIOS DE ALGUNAS CULTURAS II

Edad de Piedra

Nuestra obsesión por medir el tiempo es intemporal. Después de la conciencia, debe ser nuestro rasgo más característico como especie, ya que una de las primeras cosas de las que fuimos conscientes fue, sin duda alguna, nuestra mortalidad.

El tiempo más inmediato lo medimos, lo controlamos, con el reloj y el tiempo más amplio lo medimos con el Calendario. Mientras nos deslizamos por los años, los meses, las semanas, las horas, los minutos y los segundos, raramente pensamos de dónde vienen estas cosas o por qué hemos dividido el tiempo de una forma y no de otra.

No siempre ha sido así. Durante miles de años, el esfuerzo por medir el tiempo y crear un calendario factible ha sido una de las grandes luchas de la humanidad, un enigma para los astrónomos, matemáticos, sacerdotes, reyes y todos los que han necesitado contar los días que faltan para la siguiente cosecha, calcular cuándo hay que pagar los impuestos, o determinar el momento exacto de realizar un sacrificio para calmar a un Dios colérico. El empeño por organizar y controlar el tiempo sigue siendo constante hoy día.

Hace 11000 años, cerca de lo que hoy es el pueblo de Le Placard una criatura ya observaba el cielo. Durante varias noches, este astrónomo y cronógrafo de la Edad de Piedra había estado viendo salir y ponerse la Luna. Se dio cuenta de que se movía en una serie de fases previsibles y de que podía contar las noches entre los momentos en que estaba llena, semillena y completamente oscura. Era una información útil para una tribu o un clan que quisiera utilizar aquella luz plateada para cocinar y cazar, o para calcular acontecimientos como el número de lunas llenas que había entre la primera brisa del invierno y la llegada de la primavera. Incluso hoy en día se emplea dicha información para señalar celebraciones claves y ceremonias religiosas, como por ejemplo, el día de Pascua: primer domingo después de la primer luna llena después del equinoccio de primavera *.

El hombre de Le Placard grabó grupos de líneas (muescas) en un hueso de águila (Figura I) Los grupos contenían siete muescas cada uno, lo cual es una aproximación al paso de la luna nueva al cuarto creciente, a la luna llena, al cuarto menguante y otra vez a la luna nueva y los arqueólogos lo encontraron 11.000 años después en una excavación.

¿Fue éste uno de los primeros calendarios?

Los más escépticos dicen que las marcas en este y otros huesos no tienen nada que ver con calendarios sino que son dibujos o incluso trazos al azar, garabatos de la Edad de Piedra o las marcas dejadas por antiguos cazadores al afilar sus cuchillos. Sin embargo, a través de los años, los arqueólogos siguen encontrando los mismos dibujos o parecidos en piedras y huesos de distintos lugares situados en África y Europa.

Un hueso de la Dordoña que data de hace 30000 años está cubierto de incisiones circulares que parecen representar el curso de la luna durante dos meses y medio. Otra imagen famosa, la Venus de Laussel, de 27000 años de antigüedad, muestra lo que parece una mujer embarazada sujetando un cuerno con trece muescas. ¿Representa una tosca aproximación del año lunar? Si es así, entonces ¿cómo se utilizaba esta información? Puede que nunca lo sepamos pero es claro que nuestro calendario y el suyo tienen una conexión. Ambos representan esfuerzos conscientes de organizar el tiempo midiéndolo y poniéndolo por escrito. Y ambos se sirven de fenómenos astronómicos como si fueran puntos de referencia.

Casi todas las culturas antiguas adoraban la luna. Los antiguos egipcios llamaban Jonsu a su divinidad lunar, los sumerios Nanna. Las diosas lunares griegas y romanas tenían tres caras: cuando no se veía era Hécate, en cuarto creciente era Artemis (para los griegos) o Diana (para los romanos), y cuando estaba llena era Selene. En la actualidad, los san de África, los esquimales y los musulmanes también adoran la luna, celebrando fiestas, danzas y rituales solemnes cuando es nueva.

La luna fue una de las muchas pistas naturales utilizadas por los pueblos antiguos para medir el tiempo y predecir acontecimientos como el invierno, las lluvias estacionales y las cosechas.

En Siberia, los Ostiakos todavía basan su calendario en ciclos naturales incorporándo los meses con nombres como Mes del Desove, Mes de los Patos que se van y Mes del Viento. Del mismo modo, los Natchez del bajo Misisipí tenían el Mes del Ciervo, el Mes del Maiz y el Mes del Oso.

La confianza que las culturas antiguas tenían en la luna originó un serio error, mucho peor que el defecto que irritaría a Roger Bacon varios milenios después. Bacon sólo tendría que preocuparse por los 11 minutos de adelanto de su calendario. Los antiguos griegos y otros que confiaban su suerte a la luna tenían calendarios que adelantaban casi 11 días, un desajuste que en pocos años lleva a alterar las estaciones y a dar la vuelta a los solsticios de verano e invierno en sólo 16 años. Situación inaceptable para cualquiera que utilizara ese calendario como guía para sembrar y cosechar, o para saber la estación idónea para pescar, construir casas o rendir culto a los dioses.

El problema está en el tiempo que tarda la luna en pasar por sus fases mientras da la vuelta alrededor de la Tierra. No es un número apto para dividirlo en un año de aproximadamente 365 días y cuarto. De hecho, un mes lunar exacto dura unos 29,5306 días, según los instrumentos modernos, lo que, multiplicado por doce meses, da un año lunar de 354,3672 días. Compárese con el año solar correcto de 365,242199 días y se apreciará la frustración de los astrónomos a lo largo de los siglos al tratar de relacionar el sol y la luna.

Cultura Maya

Otra cultura antigua que dio origen al calendario y a uno muy complicado por cierto, fue la cultura Maya. Con propósitos tanto prácticos (por ej., para determinar el tiempo de plantar el maíz) cuanto esotéricos (como la adivinación astrológica), en este sistema calendárico se llevaban registros de una serie de ciclos recurrentes de tiempo, que se basaban en los movimientos de las deidades celestes (el Sol, la Luna y el planeta Venus, entre las más prominentes).

Los tres cómputos cíclicos más comunes usados por los antiguos mayas: el almanaque sagrado de 260 días, el año común de 365 días y la rueda calendárica de 52 años, son conceptos muy antiguos que compartían los pueblos de Mesoamérica.

El almanaque sagrado de 260 días, determinaba la pauta de la vida ceremonial de los mayas y constituía la base para las profecías. El hecho de que este período se asemeje al de la gestación humana puede explicar la importancia de este número de días, pero los especialistas aún no se ponen de acuerdo con el origen del almanaque de 260 días ni con el significado de su duración. Tal vez significativamente, las fechas de nacimiento se registraban en él y el Dios patrono del día particular del nacimiento de una persona entraba en estrecha relación con el destino de esa persona. Entre los mayas cakchiqueles de las tierras altas de Guatemala, donde todavía se usa el almanaque de 260 días, los padres ponen a sus hijos el nombre de sus fechas de nacimiento.

Este almanaque sagrado no se dividía en meses sino que era una sola sucesión de 260 días, cada uno de los cuales se designaba poniendo como prefijo uno de los números del 1 al 13 antes de uno de los 20 nombres de los días mayas.

A continuación presentamos esos nombres en maya yucateco:

AKBAL LAMAT BEN ETZNAB
KAN MULUC IX CAUAC
CHICCHÁN OC MEN AHAU
CIMI CHUEN CIB IMIX
MANIK EB CABÁN IK

Debido al hecho de que cada nombre de día llevaba un número del 1 al 13 como prefijo, el calendario empezaba así: 1Akbal, 2Kan, 3Chicchán, 4Cimí, etc. El decimocuarto nombre de día, Cib, en este punto llevaba nuevamente el número 1 que Akbal había llevado la primera vez, luego venía 2Cabán , y así hasta 7Ik. Después de 7Ik venía 8Akbal por segunda vez a través de esta secuencia de nombres de días. Sólo cuando cada uno de los 13 números (Rueda B de la figura) se hubiera agregado a cada cual de los 20 nombres de día (Rueda A de la figura), quedaba completo un ciclo del almanaque, y como 13 y 20 no tienen denominador común, habían de transcurrir 260 días antes de que volviera 1Akbal y comenzara un nuevo ciclo de 260 días.

La combinación de los números del 1 al 13 con los nombres de los 20 días queda representada por la concordancia de las ruedas A y B de la Figura II.

El año común de 365 días, estaba compuesto de 19 períodos (meses): 18 períodos (uinales) de 20 días cada uno, y uno terminal, llamado Uayeb, de cinco días. En la Figura III se presentan los 19 períodos de este calendario con sus correspondientes jeroglifos.


La unidad del calendario maya era el día, o kin y los períodos de tiempo que emplearon son los que se muestran a continuación:

20 kines = 1 uinal = 20 días
18 uinales = 1 tun = 360 días
20 tunes = 1 katún = 7200 días
20 katunes = 1 baktún = 144000 días

La rueda calendárica, la designación completa de cualquier día del calendario maya incluía las posiciones del día tanto en el almanaque de 260 días como en el de 365 días. Así cuando las ruedas se juntan ( Figura II), la posición de la rueda del almanaque que representa 8Ahau se alinea con la posición de la rueda del mes que representa 13 Ceh, dando así la designación completa de este día como 8Ahau 13Ceh. Transcurridos 52 años ambos almanaques coinciden en el mismo día y se vuelve a tener un día 8Ahau 13Ceh .

No se conoce el antiguo nombre o jeroglifo maya para este periodo de 52 años (18980 días), pero los estudiosos modernos del calendario maya lo designan como la rueda calendárica.

La mayoría de los pueblos ha comprendido la necesidad de tener un punto fijo a partir del cual se puedan llevar sus registros cronológicos para dar a cada día, a lo largo de todo un periodo de tiempo, una designación única. La cronología más conocida del primer tipo es nuestro actual calendario (gregoriano), que empieza con el nacimiento de Cristo. Los griegos contaban el tiempo por periodos de cuatro años, llamados Olimpíadas, comenzando con la fecha de los primeros juegos olímpicos que en nuestro calendario fue un día del año 776 a. C. El calendario judío parte de una fecha de la creación correspondiente a 3761 a. C.

Los mayas generaron dicho registro y los arqueólogos lo llamaron CuentaLarga. Ellos creyeron que el mundo había llegado a su fin, y había sido creado nuevamente, al término de cada gran ciclo de 13 baktunes, un período de aproximadamente 5128 años solares, y llevaron la cronología de su mundo actual a partir de un punto fijo correspondiente al fin del gran ciclo precedente. La fecha inicial del gran ciclo actual, 13.0.0.0.0 / 4 Ahau 8 Cumkú (correspondiente a un día de 3114 a. C.), se refiere, evidentemente, a la creación del mundo actual en la cronología maya, pero puede representar algún otro hecho importante del pasado. De acuerdo con la correlación calendárica generalmente aceptada (véase el Apéndice), el gran ciclo actual – y nuestro mundo actual – terminarán el 21 de diciembre de 2012.

Cultura Azteca

Otra cultura mesoamericana importante fue la azteca. En el Calendario del Sol, se tiene la cuenta de los días y años oriunda de los toltecas. Estos reconocían dos tipos de años, que combinaban para la vida práctica: un año de 365 días y otro religioso de 260 días (igual que los mayas). La cuenta de las eras se ordenaba en ciclos de 52 años, pues éste es el tiempo que tarda en pasar por el cenit ** la constelación de estrellas conocidas como Pléyades, en las cuales se basaron los astrónomos toltecas para elaborar el calendario.

Al dominar el altiplano, los aztecas adoptaron el calendario tolteca y cada 52 años celebraban la posible destrucción del mundo pues, según sus creencias, esto sucedería al final de un ciclo calendárico. Para estar preparados, destruían sus posesiones, sus templos y, finalmente, apagaban los fuegos del hogar. Luego aguardaban con temor y devoción el paso de las Pléyades por el cenit, orando por que el mundo no se acabara. Los que interpretaban este fenómeno eran los sacerdotes.

Después del paso de las Pléyades por el cenit, comenzaba para los aztecas un nuevo ciclo, un tiempo de renovación general. Se reconstruía lo destruido y para cerrar las fiestas se encendía el Fuego Nuevo, con el cual se celebraba el principio de otra era.

Los aztecas creían que el tiempo en el que vivían correspondía al Quinto Sol, que en el fin del mundo sería destruido como los cuatro soles que lo antecedieron. Pero mientras llegaba ese día, veneraban al dios Sol y le aplicaban diversos nombres, como “Niño precioso”, “Aguila que se eleva” o “El Resplandeciente”.

La Piedra del Sol (Figura IV) fue concebida como un monumento en el que se representaba a la deidad solar, Tonatiuh en sus múltiples formas. La figura central de la escultura es el rostro del dios Tonatiuh rodeado por los símbolos de los cuatro soles precedentes y el signo Ollin (que significa la continuidad del movimiento solar). Otro de los círculos principales es el que representa los 20 días del mes, cada uno identificado con un nombre de animal. El año estaba dividido en 18 períodos (meses) de veinte días c/uno, a los cuales se agregaban cinco días nefastos (al igual que los Mayas). Los 20 días se combinaban de cinco en cinco. El quinto día era dedicado al mercado o tianquiztli y era asimismo día de fiesta y de descanso, 288 días eran de trabajo y 72 de mercado. Los cinco días nefastos eran inútiles y durante ellos no debía trabajarse. Y la tercera franja principal está formada por los cuerpos de dos serpientes de fuego, llamadas Xiuhcoatl, que transportan al sol por el cielo y llevan en sus fauces a los dioses de la luz y de la oscuridad, enemigos eternos.

Cultura Inca

El calendario incaico es el calendario sobre el cual se tiene menor cantidad de información, algunos cronistas se contradicen con los datos que aportan queriendo explicar sobre la diagramación del mismo. Incluso los investigadores actuales no consiguen una explicación precisa sobre cómo era el calendario de la cultura inca.

Se sabe que el calendario era determinado observando al sol y a la luna. Para fijar las fechas exactas del año y meses, Pachacútec dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados al Este de la llacta del Cusco, llamados sucangas.

Las intihuatanas (palabra ya castellanizada) son unos pequeños espigones o puntas de piedra que se yerguen sobre otras más o menos planas. En quechua clásico se pronunciaba intiguata (singular) e intiguatacuna (plural). Inti es sol y huata es año. Su correcta traducción, por consiguiente, es año calendárico, ciclo solar; o sea “encasillar los movimientos del sol, por sus sombras, en el curso de un año calendárico”. Constituía un instrumento para definir los meses del año e incluso las horas del día. Es una palabra que ya aparece en algunos documentos coloniales.

Sabían distinguir el año solar, mientras que a los meses los ponderaban según las fases de la luna. Zuidema encontró datos que apoyan la idea de que los incas tenían un sistema complicado de uso simultáneo de 4 tipos diferentes de meses:

  1. Meses sinódicos de 29 o 30 días.

  2. Meses solares de 30 días o más.
  3. Meses sidéreos de 27 y 1/3 días.
  4. Meses de 23, 24 o 26 días. Ü imposibles según otros investigadores.

Pero el año no comenzaba por la misma fecha en todas las etnias del territorio. En unas empezaba en diciembre (solsticio de invierno). Sin embargo, para los campesinos y agricultores, el año se iniciaba en agosto—septiembre, coincidiendo con las actividades agrarias de la siembra, acabando en julio---agosto, después de las cosechas. En el Chinchaysuyo, no obstante, al año se lo comenzaba a contar en junio, con la aparición de las Pléyades, finalizando en mayo, mes del aymoray o cosecha del maíz. Pero cualquiera que haya sido la fecha del inicio y la conclusión del año, todos lo computaban en 12 meses, cuyos nombres en el Cusco, según la tradición histórica, habían sido señalados por Maita Cápac, y cada cual conllevando una serie de actividades espirituales de carácter mágico, económico y religioso, acompañado de festejos. He aquí la relación de los referidos meses de conformidad al calendario usado en el Cusco por la etnia Inca (Figura V):

  1. Diciembre--------Raimi o Huarachicuy, la gran pascua del Sol.

  2. Enero -----------Camay, penitencias y ayunos de los incas.
  3. Febrero ---------Jatunpocoy, mes de las flores, sacrificios con oro y plata en abundancia.
  4. Marzo --------Pachapucuy, mes de mucha lluvia, sacrificio de animales.
  5. Abril ----------Arihuaquis, maduración de papas y maíz.
  6. Mayo ---------Jatuncusqui, mes de la cosecha, en que se la almacena.
  7. Junio ---------Aucaycusqui, mes de la gran fiesta del intirraimi en honor al dios Sol.
  8. Julio ----------Chaguahuarquis, mes del reparto de tierras para preparar los sembrios.
  9. Agosto ---------Yapaquis, el mes de la siembra.
  10. Septiembre --Coyarraimi, fiesta de la coya (reina) y del situa para expulsar a los malos espíritus y a las enfermedades.
  11. Octubre ---Humarraimi, para invocar las lluvias.
  12. Noviembre ---Ayamarca, para rendir culto a los muertos.

De todos modos, no determinaban al año y meses únicamente valiéndose del curso del sol, fases lunares y aparición de las Pléyades, sino también, y esto era lo más frecuente entre el campesinado, llevando la cuenta mediante la observación del brote de ciertas flores y frutos silvestres que crecían y crecen en sus entornos, e igualmente por la aparición de determinados animalillos, por ej. sapitos. A los años, por ejemplo, los computaban según el número de cultivos y cosechas obtenidas para su subsistencia que, en la sierra, era y es por lo común una en cada año.

Consecuentemente, cuando un padre o una madre sostenían que su hijo o hija ya vivían el lapso en que la luna había muerto tres veces, querían significar que tenían tres meses de edad. Y cuando afirmaban que tal planta o tales vegetales habían florecido tres veces, equivalía a expresar que el chiquillo/a acababa de cumplir tres años.

Pero lo evidente es que después de cuatro o cinco años de dicha enumeración, comenzaban a embrollarse en sus cálculos, perdiendo la cuenta de la floración de las plantas y el número de cosechas, al punto que, con el correr del tiempo, olvidaban sus edades y las de sus hijos. El tiempo, pues, transcurría sin que siquiera se percataran, discurriendo meses y años sin reparar en ellos, envejeciendo y muriendo sin preocuparse por medir la distancia de la cuna a la tumba. La población andina, incluso la perteneciente a las élites sacerdotales, era por completo nula en materia de computación de años, realidad en la que se asemejaban a los habitantes de la selva amazónica.

Sin embargo, de conformidad a un documento de 1571, en lo que respecta excepcionalmente a los últimos sapaincas, se deduce que ciertos quipucamayos observaban y/o contaban el número de las floraciones de las plantas y el transcurso del Sol, con el propósito de registrarlos en cuerdas para computar las edades pero únicamente de los citados soberanos. Un declarante cusqueño refirió que gracias a los enunciados “quipus” y otras tablas sabía que Pachacútec murió a los 100 años de edad, Túpac Yupanqui a los 58 ó 68 y Huayna Cápac a los 70. El presente testimonio indicaría que sólo en el caso singular de los sapaincas ponían un extremo cuidado en anotar la duración de sus vidas, cosa que no ocurría con el resto de la población.

El campesinado, en cuanto a horas del día las distinguían, por lo general, gracias al grito o canto de algunos animales, en especial aves, que acostumbraban proferirlos cada día a la misma hora invariablemente. En ciertos parajes medían las horas por los vientos o brisas que solían y suelen presentarse por las tardes. Y por último, de acuerdo a las sombras que proyectan los cerros de conformidad al avance del astro rey. Son prácticas, por lo demás, que subsisten hasta hoy.

En lo restante, las fases de la luna reglaban la celebración de algunos ritos. Hay referencias documentales de cómo cada mes tenía un período fijo de 30 días, divididos a su turno en semanas de 10 días cada cual, con uno de ellos para descansar y celebrar el catu (mercadillo de trueque). Al día y a la noche similarmente se los fraccionaba: amanecer, pleno día, medio día, atardecer, anochecer, etc.

La observación del Sol era parte esencial de los astrónomos, de ahí que lo relacionado con los solsticios *** daba lugar a dos fiestas importantes dedicadas al astro rey (capacraimi en diciembre e intirraimi en junio). La primera muy importante por corresponder a la estación en que comienzan a crecer los días, como también las festividades de índole agrícola, concernientes a la maduración y cosecha.

El calendario cumplía su rol definiendo las etapas del ciclo anual y relacionando las actividades humanas con las fuerzas naturales que las gobiernan. Constituía, en consecuencia, un principio ordenador fundamental que coordinaba las conexiones entre las divinidades, las actividades humanas, el espacio y el tiempo.

Pero en el calendario de la etnia Inca del Cusco había algunas cosas más que merecen aclaración. El año solar no coincidía con exactitud con los 12 meses lunares. Siempre sobraban 10.9 días más que el año lunar; fenómeno que lo resolvían distribuyendo los días supernumerarios entre los diferentes meses. Pero no se sabe fidedignamente cómo se hacían estos cálculos que tanto preocuparon a Huiracocha y Pachacútec.

Egipcios y Romanos


A pesar de las proezas de los mesoamericanos en el cálculo del tiempo, fueron los egipcios quienes se pusieron en el camino directo de nuestra historia.

Los astrónomos egipcios descubrieron algo que hizo a su año solar aún más exacto: fue que Sirio, la estrella más brillante del cielo, asciende al amanecer una vez al año en el mismo sentido que el sol, acontecimiento astronómico conocido como “orto helíaco de Sirio”. La aparición de Sirio coincidía con el desbordamiento anual del Nilo; también se convirtió en el primer día del mes de Tot, el Año Nuevo egipcio. Al cronometrar la aparición exacta de Sirio de año a año, los astrónomos egipcios finalmente se dieron cuenta que el año solar era un cuarto de día más largo que los 365 días tradicionales.

Sumar un cuarto de día al año egipcio fue un descubrimiento revolucionario. Aproximaría el año egipcio al año solar exacto en un margen inferior a 11 minutos y 24 segundos (segundo más, segundo menos). Sin embargo, los sacerdotes que controlaban el calendario egipcio se negaron a alterar el año para adaptarlo a los 365 días y cuarto. Causando esto el desajuste de seis horas cada año, y una lenta deriva por las estaciones en un ciclo que se repetía cada 1460 años.

1460 años x 6 horas/año = 8760 horas = 365 días

Este error fue corregido en el 238 a.C., cuando el faraón Tolomeo III ordenó un sistema de años bisiestos, añadiendo un día de más cada cuatro años. Pero incluso entonces los sacerdotes rechazaron el edicto.

Con la llegada de Julio César a Egipto, los romanos incorporaron el calendario propuesto anteriormente por Tolomeo III, de un año de 365 días y un cuarto. La fracción se quitó para adoptar un ciclo de tres años de 365 días más un año de 366 días llamado, año bisiesto. El primer año bisiesto fue el año 45 a. C. pero el año 46 a. C. ¡parecía no terminar nunca! ya que Julio César lo convirtió en un año de 445 días logrando de ese modo que las respectivas estaciones coincidieran con la fecha correspondiente

Para entender la necesidad de generar un año de 445 días es bueno recordar que hasta ese entonces Roma se había estado manejando por el calendario creado por Rómulo, mítico primer rey de Roma, cuyo período de vida fue del año 753 al año 715 a. C. Rómulo elaboró un año de 304 días compuesto por sólo 10 meses. El poeta Ovidio atribuye esta duración de 304 días al tiempo que necesita un niño para salir del vientre de su madre. Otra razón pudo ser la reverencia romana por el número 10, ya que es la cantidad de dedos con los que solemos contar, los mismos números romanos (I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X) son probablemente símbolos que quieren representar los dedos contados hasta X. Llamó a los meses: Martis, por Marte, el dios de la guerra; Aprilis, que probablemente se refería a la cría de cerdos; Maius, por Maya, una diosa local italiana; Junio, por Juno, la reina de los dioses. Luego contó los meses, llamándolos quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno y décimo; en latín es, quintilis, sextilis, september, october, november y december. Dividieron los meses no en semanas, que fueron introducidos en Europa mucho más tarde, sino en días clave que caían a principio de mes, en el séptimo día y en el centro. Estos tres días señalados se llamaron respectivamente calendas (el origen de nuestra palabra calendario) nonas e idus. Casi todos los demás días del calendario romano se quedaron sin nombre.

Fecha actual : Fecha romana

 

1 de marzo: Calendas de marzo

2 de marzo: VI nonas (5 días antes de nonas)

3 de marzo: V nonas (4 días antes de nonas)

4 de marzo: IV nonas (3 días antes de nonas)

5 de marzo: III nonas (2 días antes de nonas)

6 de marzo: Víspera de nonas

7 de marzo: Nonas

8 de marzo: VIII idus (7 días antes de los idus)

9 de marzo: VII idus (6 días antes de los idus)

10 de marzo: VI idus (5 días antes de los idus)

11 de marzo: V idus (4 días antes de los idus)

12 de marzo: IV idus (3 días antes de los idus)

13 de marzo: III idus (2 días antes de los idus)

14 de marzo: Víspera de los idus

15 de marzo: Idus

Luego Numa, el sucesor de Rómulo, 714 a 671 a. C. añadió dos meses al calendario, januanius y februarius. Esto condujo al año a tener 354 días, a los que Numa añadió otro día a causa de una superstición romana sobre los días pares. Estableciendo también, un mes intercalar llamado mercedonio de 22 o 23 días que se aplicaba alternativamente cada dos años entre el 23 y 24 de febrero.

Fue así entonces que, en el tiempo de Julio César, se había acumulado un error de 67 días sin coincidir el retorno de las estaciones y el equinoccio de primavera.

Luego, César modificó la duración de los meses, resultando 12 meses alternativos de 30 y 31 días, con la excepción de febrero, que con el sistema de César tenía 29 días los años normales y 30 días los años bisiestos. En honor a César el Senado denominó julio a uno de los meses de 31 días.

Augusto (8 a. C.), su sucesor, también quiso un mes con su nombre, agosto, pero no debía tener menos días que el mes que honraba a Julio César de 31 días. Así que le quitaron un día a febrero, dejándolo con sólo 28 días y con 29 los años bisiestos. Para no tener tres meses seguidos de 31 días, Augusto y sus partidarios cambiaron la duración de septiembre, octubre, noviembre y diciembre, estropeando el sistema de César de alternar meses de 30 días con los de 31 días.

La Figura VI es un calendario romano que presenta una semana de siete días y doce meses de treinta días, aproximad. Los días, las semanas y los meses se pueden señalar utilizando los agujeros, en este bloque de piedra.

Reforma Gregoriana: la intercalación del día suplementario cada cuatro años, lleva, respecto al cómputo de los trópicos, a un exceso secular de 0,78 días. En un período de cerca de 128 años el exceso importa un día entero.

El Papa Gregorio XIII ejecutó la nueva reforma en el año 1582 y para eliminar los 10 días que se habían agregado, decretó que el día siguiente al 4 de octubre, jueves, en lugar del 5, fuese el 15 del mismo mes. También dispuso que los siglos que no fueran divisibles por 400, no serían años bisiestos, de modo que no lo fueron los años 1700, 1800 y 1900 y si fue bisiesto el año 2000. Con esta resolución el año medio gregoriano tenía la duración de 365,2425 días coincidiendo bastante bien con el año trópico ****de 365,24254 días determinada en el año 1250 por los astrónomos alfonsinos.

Por razones políticas y religiosas, el calendario Gregoriano fue aceptado en los distintos países en años diferentes. Los primeros países que lo adoptaron fueron naciones católico-romanas. La mayoría de los países protestantes adoptaron el Calendario Gregoriano posteriormente.

Las colonias americanas realizaron el ajuste en 1752, cuando todo el Imperio Británico lo cambió. Al 2 de septiembre de 1752 le siguió el día 13. El ajuste de 11 días se necesitó debido a que el Calendario Juliano había agregado un día entre 1582 y 1752. Otros países fueron más lentos todavía en la adopción del nuevo calendario: Japón en 1873, China en 1912, Grecia en 1924 y Turquía en 1927.

¿Cómo surge la semana?

La semana de 7 días había ganado uso y popularidad entre los romanos debido a su significado astrológico: siete por los planetas (incluyendo la luna y el Sol) que entonces se conocían; cada uno “gobernaba” un día de la semana. Además, el sistema de siete días ya era antiguo en la época de Constantino. Al parecer había surgido en Babilonia alrededor del año 700 a. C., cuando los astrólogos asignaron los planetas-dioses a los días de la semana, nombres que los romanos reemplazaron por sus propios planetas-dioses. Por ej., el día de Nabu, dios babilonio de los escribas, se convirtió en latín en el día de Mercurio, dios romano de las comunicaciones...y hoy día sobrevive como mercredi en francés, miércoles en español y así sucesivamente en el espectro de las lenguas romáticas.

Aunque los días “laborables” coinciden en los idiomas romances con los nombres de los dioses romanos, el día domingo procede en estas lenguas de la expresión latina dies dominicus, el decir, “día del Señor”; y el sábado tampoco viene de Saturno en estos idiomas, sino de distintas adaptaciones latinas y griegas del sabath hebreo. En cambio, en inglés, el domingo es el día del sol y el nombre del sábado procede de Saturno.

La astrología también fue responsable de otra curiosidad en nuestro calendario semanal: el orden de los días. Damos por sentado el orden de lunes, martes, miércoles y así sucesivamente, pero de hecho no se corresponde con el antiguo entendimiento del sistema solar, que pone a Saturno como el más lejano de la Tierra, seguido en orden descendente por Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna. La discrepancia entre este orden y el de nuestra semana viene de otra invención de Mesopotamia: la división de los días en 24 unidades iguales de tiempo. Se desconoce la razón de este esquema. Quizas debía guardar alguna relación con dividir el día en dos períodos de 12 horas para corresponderse con los 12 signos del zodiaco.

Los antiguos utilizaban una herramienta muy sencilla para seguir la pista de los nombres correctos de los días en relación con las divinidades planetarias. Utilizaban una figura de siete lados, con los vértices rotulados con el nombre de una planeta en el orden adecuado. Los arqueólogos descubrieron una de estas ruedas dibujada en una pared cuando excaban en Pompeya. Era algo parecido a esto:


* Equinoccio de primavera: Día en el cual el Sol moviéndose sobre la eclíptica atraviesa el ecuador celeste, pasando del hemisferio sur al hemisferio norte. Sucede el 21/03 y ese día tiene 12 horas con luz solar y 12 horas sin ella.

** Cenit: punto de la esfera celeste que resulta de la intersección con la dirección de la plomada. Se encuentra por encima de la cabeza del observador.

*** Solsticios: cada uno de los dos instantes en que el Sol, moviéndose sobre la eclíptica (trayectoria aparente del Sol) se sitúa a la máxima distancia del ecuador celeste.

****Año trópico es el tiempo empleado por el Sol para retornar a un mismo equinoccio, se ha encontrado que para 1900 la duración de dicho año trópico era de 365,24219879 días medios con una variación de ½ segundo por siglo.

Bibliografía consultada

-David Ewing Duncan, Historia del Calendario, Ed. Emecé S.A.,1999, Bs. As., Argentina.

-Juan Antonio Belmonte, Las leyes del cielo, Ediciones Temas deHoy, S.A., 1999, España.

-David H. Levy, Observar el Cielo, Ed. Planeta S.A., 1996, España.

-Robert J. Sharer, La civilización maya, Fondo de Cultura Económica, 1998, México.

-El UNIVERSO, enciclopedia de la Astronomía y el Espacio, Ed. Planeta De Agostini, S.A., 1997, España.

-La Piedra del Sol, Ed. Dante S.A. de C.V., 1998, México.

-Waldemar Espinoza Soriano, Los Incas, economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo, Ed. Amaro, 1997, Perú.

-Dick Edgar Ibarra Grasso, Ciencia Astronómica y Sociología Incaica, Ed. Los Amigos del Libro, 1982, Bolivia.