CALENDARIOS DE ALGUNAS CULTURAS

Nuestra obsesión por medir el tiempo es intemporal. Después de la conciencia, debe ser nuestro rasgo más característico como especie, ya que una de las primeras cosas de las que fuimos conscientes fue, sin duda alguna, nuestra mortalidad...el hecho de que vivimos y morimos en un tiempo dado.

El tiempo más inmediato lo medimos, lo controlamos, con el reloj y el tiempo más amplio lo medimos con el Calendario. Mientras nos deslizamos por los años, los meses, las semanas, las horas, los minutos y los segundos, raramente pensamos de dónde vienen estas cosas o por qué hemos dividido el tiempo de una forma y no de otra.

No siempre ha sido así. Durante miles de años, el esfuerzo por medir el tiempo y crear un calendario factible ha sido una de las grandes luchas de la humanidad, un enigma para los astrónomos, matemáticos, sacerdotes, reyes y todos los que han necesitado contar los días que faltan para la siguiente cosecha, calcular cuándo hay que pagar los impuestos, o determinar el momento exacto de realizar un sacrificio para calmar a un Dios colérico. El empeño por organizar y controlar el tiempo sigue siendo constante hoy día.

Hace 13000 años, cerca de lo que hoy es el pueblo de Le Placard una criatura ya observaba el cielo. Durante varias noches, este astrónomo y cronógrafo de la Edad de Piedra había estado viendo salir y ponerse la Luna. Se dio cuenta de que se movía en una serie de fases previsibles y de que podía contar las noches entre los momentos en que estaba llena, semillena y completamente oscura. Era una información útil para una tribu o un clan que quisiera utilizar aquella luz plateada para cocinar y cazar, o para calcular acontecimientos como el número de lunas llenas que había entre la primera brisa del invierno y la llegada de la primavera. Incluso hoy en día se emplea dicha información para señalar celebraciones claves y ceremonias religiosas, como por ejemplo, el día de Pascua: primer domingo después de la primer luna llena después del equinoccio de primavera *.

Posiblemente no fue el hombre de Le Placard el primero que utilizó la luna como un tosco reloj. Pero aquella noche particular éste no se limitó a mirar al cielo para calcular las fases del satélite terrestre. Tras bajar la cabeza grabó con cuidado una muesca en un hueso de águila del tamaño de un cuchillo para untar, añadiendo una serie de muescas a lo largo del hueso. Las muescas eran líneas rectas con pequeñas diagonales grabadas cerca de la base. El hombre añadió una muesca aquella noche a los distintos grupos de símbolos parecidos que seguían pautas regulares, sin duda correspondientes a las fases de la luna. Los grupos contenían siete muescas cada uno, lo cual es una aproximación al paso de la luna nueva al cuarto creciente, a la luna llena, al cuarto menguante y otra vez a la luna nueva. El hombre tiró o perdió este hueso de águila y los arqueólogos lo encontraron 13.000 años después en una excavación.

¿Fue éste uno de los primeros calendarios?

Los más escépticos dicen que las marcas en este y otros huesos no tienen nada que ver con calendarios sino que son dibujos o incluso trazos al azar, garabatos de la Edad de Piedra o las marcas dejadas por antiguos cazadores al afilar sus cuchillos. Sin embargo, a través de los años, los arqueólogos siguen encontrando los mismos dibujos o parecidos en piedras y huesos de distintos lugares situados en África y Europa.

Un hueso de la Dordoña que data de hace 30000 años está cubierto de incisiones circulares que parecen representar el curso de la luna durante dos meses y medio. Otra imagen famosa, la Venus de Laussel, de 27000 años de antigüedad, muestra lo que parece una mujer embarazada sujetando un cuerno con trece muescas. ¿Representa una tosca aproximación del año lunar? Si es así, entonces ¿cómo se utilizaba esta información? Puede que nunca lo sepamos pero es claro que nuestro calendario y el suyo tienen una conexión. Ambos representan esfuerzos conscientes de organizar el tiempo midiéndolo y poniéndolo por escrito. Y ambos se sirven de fenómenos astronómicos como si fueran puntos de referencia.

No es tan descabellado que nuestro fabricante de calendarios de la Edad de Piedra eligiera la luna como inspiración. Cada 29 días y medio, aproximadamente, pasa por sus fases, de luna nueva a luna llena y vuelta a empezar. Doce ciclos completos de la luna parecen corresponderse más o menos con las estaciones.

Casi todas las culturas antiguas adoraban la luna. Los antiguos egipcios llamaban Jonsu a su divinidad lunar, los sumerios Nanna. Las diosas lunares griegas y romanas tenían tres caras: cuando no se veía era Hécate, en cuarto creciente era Artemis (para los griegos) o Diana (para los romanos), y cuando estaba llena era Selene. En la actualidad, los san de África, los esquimales y los musulmanes también adoran la luna, celebrando fiestas, danzas y rituales solemnes cuando es nueva.

La luna no fue el único reloj de la antigüedad, sino una de las muchas pistas naturales utilizadas por los pueblos antiguos para medir el tiempo y predecir acontecimientos como el invierno, las lluvias estacionales y las cosechas.

El problema está en el tiempo que tarda la luna en pasar por sus fases mientras da la vuelta alrededor de la Tierra. No es un número apto para dividirlo en un año de aproximadamente 365 días y cuarto. De hecho, un mes lunar exacto dura unos 29,5306 días, según los instrumentos modernos, lo que, multiplicado por doce meses, da un año lunar de 354,3672 días. Compárese con el año solar correcto de 365,242199 días y se apreciará la frustración de los astrónomos a lo largo de los siglos al tratar de relacionar el sol y la luna.

Otra cultura antigua que dio origen al calendario y a uno muy complicado por cierto, fue la cultura maya. Con propósitos tanto prácticos (por ej., para determinar el tiempo de plantar el maíz) cuanto esotéricos (como la adivinación astrológica), en este sistema calendárico se llevaban registros de una serie de ciclos recurrentes de tiempo, que se basaban en los movimientos de las deidades celestes (el Sol, la Luna y el planeta Venus, entre las más prominentes).

Los tres cómputos cíclicos más comunes usados por los antiguos mayas: el almanaque sagrado de 260 días, el año común de 365 días y la rueda calendárica de 52 años, son conceptos muy antiguos que compartían todos los pueblos de Mesoamérica.

El almanaque sagradode 260 días, determinaba la pauta de la vida ceremonial de los mayas y constituía la base para las profecías. El hecho de que este período se asemeje al de la gestación humana puede explicar la importancia de este número de días, pero los especialistas aún no se ponen de acuerdo con el origen del almanaque de 260 días ni con el significado de su duración. Este almanaque sagrado no se dividía en meses sino que era una sola sucesión de 260 días, cada uno de los cuales se designaba poniendo como prefijo uno de los números del 1 al 13 antes de uno de los 20 nombres de los días mayas.
El año común de 365 días, estaba compuesto de 19 meses: 18 meses (uinales) de 20 días cada uno, y un mes terminal, llamado Uayeb, de cinco días. A continuación se presentan las 19 divisiones mensuales de este calendario con sus correspondientes jeroglifos.

La rueda calendárica, la designación completa de cualquier día del calendario maya incluía las posiciones del día tanto en el almanaque de 260 días como en el de 365 días. Transcurridos 52 años ambos almanaques coinciden en el mismo día. No se conoce el antiguo nombre o jeroglifo maya para este periodo de 52 años, pero los estudiosos modernos del calendario maya lo designan como la rueda calendárica.

La mayoría de los pueblos ha comprendido la necesidad de tener un punto fijo a partir del cual se puedan llevar sus registros cronológicos para dar a cada día, a lo largo de todo un periodo de tiempo, una designación única. Los mayas fueron uno de los primeros en generar dicho registro y lo llamaron CuentaLarga.

La unidad del calendario maya era el día, o kin y los períodos de tiempo que emplearon son los que se muestran a continuación:

20 kines

= 1 uinal

= 20 días

18 uinales

= 1 tun

= 360 días

20 tunes

= 1 katún

= 7200 días

20 katunes

= 1 baktún

= 144000 días

Los antiguos mayas acaso creyeran que el mundo había llegado a su fin, y había sido creado nuevamente, al término de cada gran ciclo de 13 baktunes, un período de aproximadamente 5128 años solares, y llevaron la cronología de su mundo actual a partir de un punto fijo correspondiente al fin del gran ciclo precedente.

Otra cultura mesoamericana importante fue la azteca. En el Calendario del Sol, se tiene la cuenta de los días y años oriunda de los toltecas. Estos reconocían dos tipos de años, que combinaban para la vida práctica: un año de 365 días y otro religioso de 260 días (igual que los mayas). La cuenta de las eras se ordenaba en ciclos de 52 años, por la misma razón que lo hacían los mayas y según la creencia azteca, al final de este ciclo calendárico se esperaba la posible destrucción del mundo.

A pesar de las proezas de los mesoaméricanos en el cálculo del tiempo, fueron los egipcios quienes se pusieron en el camino directo de nuestra historia.

Los astrónomos egipcios descubrieron algo que hizo a su año solar aún más exacto: fue que Sirio, la estrella más brillante del cielo, asciende al amanecer una vez al año en el mismo sentido que el sol, acontecimiento astronómico conocido como "orto helíaco de Sirio". La aparición de Sirio coincidía con el desbordamiento anual del Nilo; también se convirtió en el primer día del mes de Tot, el Año Nuevo egipcio. Al cronometrar la aparición exacta de Sirio de año a año, los astrónomos egipcios finalmente se dieron cuenta que el año solar era un cuarto de día más largo que los 365 días tradicionales.

Sumar un cuarto de día al año egipcio fue un descubrimiento revolucionario. Aproximó el año egipcio al año solar exacto en un margen inferior a 11 minutos y 24 segundos (segundo más, segundo menos) unos dos milenios antes de que Julio César instituyera el calendario de 365 días y cuarto, y casi tres milenios antes de la petición de Roger Bacon al papa Clemente IV. Sin embargo, los sacerdotes que controlaban el calendario egipcio se negaron a alterar el año para adaptarlo a los 365 días y cuarto. Causando esto el desajuste de seis horas cada año, y una lenta deriva por las estaciones en un ciclo que se repetía cada 1460 años.

1460 años x 6 horas/año = 8760 horas = 365 días

Este error fue corregido en el 238 a.C., cuando el farón Tolomeo III ordenó un sistema de años bisiestos, añadiendo un día de más cada cuatro años. Pero incluso entonces los sacerdotes rechazaron el edicto, hasta el año 30 a.C., en que Roma conquistó Egipto y el emperador Augusto obligó al pueblo del Nilo a añadir un cuarto de día a su calendario para ajustarlo al calendario juliano. Esto estabilizó el calendario egipcio para que el primero de Tot siempre coincidiera con el 29 de agosto.

Con la llegada de Julio César a Egipto, los romanos incorporaron el calendario propuesto por Tolomeo III, de un año de 365 días y un cuarto, y que Egipto no pusiera en práctica cuando éste lo propusiera debido al rechazo de los sacerdotes. La fracción se quitó para adoptar un ciclo de tres años de 365 días más un año de 366 días llamado, año bisiesto. El primer año bisiesto fue el año 45 a.C. pero el año 46 a.C. ¡parecía no terminar nunca! ya que Julio César lo convirtió en un año de 445 días logrando de ese modo que el equinoccio vernal coincidiera con la fecha correspondiente, al igual que las respectivas estaciones.

Para entender la necesidad de generar un año de 445 días es bueno recordar que hasta ese entonces Roma se había estado manejando: primero con un calendario de 304 días distribuidos en 10 meses a partir de marzo, habiendo sido creado éste por el emperador Rómulo, cuyo período de vida fue del año 753 al año 715 a.C. Segundo, su sucesor Numa, 714 a 671 a.C. reformó el calendario agregándole los meses de enero y febrero, llevando así el año a 355 días en total y estableciendo un mes intercalar llamado mercedonio de 22 o 23 días que se aplicaba alternativamente cada dos años entre el 23 y 24 de febrero.

Fue así entonces que, en el tiempo de Julio César, se había acumulado un error de 67 días sin coincidir el retorno de las estaciones y el equinoccio de primavera.

Luego, César modificó la duración de los meses, resultando 12 meses alternativos de 30 y 31 días, con la excepción de febrero, que con el sistema de César tenía 29 días los años normales y 30 días los años bisiestos. En honor a César el Senado denominó julio a uno de los meses de 31 días.

Augusto (8 a.C.), su sucesor, también quiso un mes con su nombre, agosto, pero no debía tener menos días que el mes que honraba a Julio César de 31 días. Así que le quitaron un día a febrero, dejándolo con sólo 28 días y con 29 los años bisiestos. Para no tener tres meses seguidos de 31 días, Augusto y sus partidarios cambiaron la duración de septiembre, octubre, noviembre y diciembre, estropeando el sistema de César de alternar meses de 30 días con los de 31 días.

Reforma Gregoriana: la intercalación del día suplementario cada cuatro años, lleva, respecto al cómputo de los trópicos, a un exceso secular de 0,78 días. En un período de cerca de 128 años el exceso importa un día entero.

El Papa Gregorio XIII ejecutó la nueva reforma en el año 1582 y para eliminar los 10 días que se habían agregado, decretó que el día siguiente al 4 de octubre, jueves, en lugar del 5, fuese el 15 del mismo mes. También dispuso que los siglos que no fueran divisibles por 400, no serían años bisiestos, de modo que no lo fueron los años 1700, 1800 y 1900 y si fue bisiesto el año 2000. Con esta resolución el año medio gregoriano tenía la duración de 365,2425 días coincidiendo bastante bien con el año trópico **de 365,24254 días determinada en el año 1250 por los astrónomos alfonsinos.

Por razones políticas y religiosas, el calendario Gregoriano fue aceptado en los distintos países en años diferentes. Los primeros países que lo adoptaron fueron naciones católica-romanas. La mayoría de los países protestantes adoptaron el Calendario Gregoriano posteriormente.

Las colonias americanas realizaron el ajuste en 1752, cuando todo el Imperio Británico lo cambió. Al 2 de septiembre de 1752 le siguió el día 13. El ajuste de 11 días se necesitó debido a que el Calendario Juliano había agregado un día entre 1582 y 1752. Otros países fueron más lentos todavía en la adopción del nuevo calendario: Japón en 1873, China en 1912, Grecia en 1924 y Turquía en 1927.

¿Cómo surge la semana?

La primera medida fue la adopción de la semana planetaria de siete días, con un origen muy probablemente mesopotámico. Cambiaron el día del Sol por el día del Señor, el domingo, jornada de la Resurrección, máxima muestra del poder divino. En segundo lugar se adoptó como fecha del nacimiento del nuevo dios la de su rival, Mitra, la noche del 24 al 25 de diciembre (la Navidad es celebrada por primera vez en Roma por el papa Liberio en el 353 d.C.) Afortunadamente para la nueva religión, debido a los problemas del calendario juliano a principios del siglo IV ya se acumulaba un error de 3 días, por lo que el equinoccio de primavera se producía en realidad el 21 de marzo, y no el 24 como era de esperar. Igualmente, el solsticio de invierno*** se celebraba la noche del 24 al 25 de diciembre, pero se producía el 21. Para solucionar el problema, el Concilio de Nicea decidió olvidarse de esos tres días e instalar la fecha fija del equinoccio de primavera el 21 de marzo del 325 d.C., desvinculando de un plumazo la Navidad de su significado astronómico original (el solsticio de invierno pasaría al 21 de diciembre).

*El equinoccio de primavera es el día en el cual el Sol moviéndose sobre la eclíptica atraviesa el ecuador celeste, pasando del hemisferio sur al hemisferio norte. Sucede el 21/03 y ese día tiene 12 horas con luz solar y 12 horas sin ella.

**Año trópico es el tiempo empleado por el Sol para retornar a un mismo equinoccio, se ha encontrado que para 1900 la duración de dicho año trópico era de 365,24219879 días medios con una variación de ½ segundo por siglo.

***Solsticio de invierno es el día en el cual, el Sol, moviéndose sobre la eclíptica, se sitúa a la máxima distancia del ecuador celeste. Actualmente sucede el día 22 de diciembre y el Sol se encuentra a la máxima altura sobre el horizonte.

Bibliografía

-David Ewing Duncan, Historia del Calendario, Ed. Emecé S.A.,1999, Bs. As., Argentina.

-Juan Antonio Belmonte, Las leyes del cielo, Ediciones Temas deHoy, S.A., 1999, España.

-David H. Levy, Observar el Cielo, Ed. Planeta S.A., 1996, España.

-Robert J. Sharer, La civilización maya, Fondo de Cultura Económica, 1998, México.